Al considerar los puntos críticos en la alimentación de los niños de esta edad, se debe remarcar la excesiva ingesta de lípidos -en particular saturados- , azúcar y la inadecuada ingesta de fibra dietética.
Las altas ingestas de lípidos saturados se han visto asociadas con la elevación del colesterol LDL incluso desde la niñez, con la consecuente elevación del riesgo cardiovascular a posteriori. Por ello la importancia de promover una alimentación variada, que incluya alimentos de cada uno de los grupos que están incluidos en las guías alimentarias.
La influencia familiar, incluso desde muy temprana edad, está asociada con el desarrollo de la relación entre el niño y la comida en etapas posteriores de la vida. Por otra parte, las preferencias infantiles por alimentos con alta densidad calórica, así como el estilo de vida sedentario, están positivamente relacionados con la adiposidad en sus padres. En la situación opuesta, un modelo de alimentación saludable en los chicos se ha visto relacionado con pautas de alimentación paterna que incluyen una ingesta moderada de grasa total, y un alto consumo de frutas y vegetales.